Alguna vez has escuchado la pregunta: «¿Cómo es la agilidad en el mundo real?«; o quizás la afirmación: «La agilidad en el mundo real no es así«.
El planteamiento de que la agilidad no es como se vive en un Open Space, como se transmite en un curso o taller, o quizás como un Scrum Master o un Desarrollador pasional la cuenta, es una idea que he escuchado tantas veces, y por voces tan diferentes: desde el empresario que recién conoce la agilidad hasta el agilista de años.
La idea desde siempre me ha incomodado. Quizás el temor de que realmente no se viera, se sintiera y se viviera la agilidad como cuando la estamos conociendo me perturbaba, pero ahora puedo decir tranquilo que la agilidad en el mundo real sigue siendo la misma, y quién quiere pintarla de otra manera solo lo hace a su gusto, a su preferencia, a su interés, exaltando su ego y rindiéndose ante el viejo paradigma.
Esta idea no surge de la nada, y es que en vez de transformar organizaciones, empezamos a adaptarnos a ellas, y no es la adaptación el problema, es la renuncia a ideas claves de la agilidad para hacerla encajar en alguna organización que tiene montones de personas que no están dispuestas a cambiar, que no admitirán renunciar a su status de poder (o de interés de poder), que pretenden obtener sus bondades sin un cambio profundo. De estas organizaciones que tienen grandes bloqueantes para el cambio, quienes descubren la agilidad real, sencillamente se irán, lo harán para hacer parte de una organización que si este dispuesta. Los que se quedan en la agilidad superficial, tarde o temprano empezaran a ver como su disfraz fracasa, y sus vicios los hunden de nuevo.
La agilidad llega para generar cambios profundos, paso a paso, sin prisa pero sin pausa.